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El búcaro de barro

Desde el otro lado

Desde el otro lado

        Nunca había sido aficionada a las tecnologías, a pesar de que tenía ordenador y lo usaba, simplemente, por motivos de trabajo. A los que le pedían su dirección de correo electrónico siempre se la había negado, aducía que no tenía y se jactaba, en un gesto de dudosa progresía, que ella no usaba de “eso”.          

         Pero un día que ya no sería capaz de recordar, no supo cómo recibió un correo. Era de alguien que le escribía unas líneas, un mero saludo, con el deseo de contactar con ella. Pensó en evitar aquella burla del destino, como ella entendía que era, pero a la noche siguiente, casi sin darse cuenta, aquellos dedos finos de los que se sentía tan orgullosa estaban tecleando una contestación. También ella sentía curiosidad y así se lo expuso. La respuesta no faltó al día siguiente y con ella se estableció una hilación entre aquellas dos almas gemelas, que aprendieron a comunicarse con una cierta avidez.         

           En noches alternas, ella escribía su correo, abría sus más profundas entretelas y ansiaba esa respuesta a sus cuitas que llegaba, puntualmente, al día siguiente. Encerradas tras aquellas líneas había de todo: preguntas, respuestas, curiosidades, silencios (si es que se puede expresar un silencio con la escritura), risas, complicidad, exhibicionismo e incluso hubo una serie de correos de tan alto voltaje que tuvo que leer sentada sobre una toalla.        

          Aquel intercambio cotidiano la atrapó. Acabó conociendo mucho de aquella persona que se le abría de esa manera inicialmente azarosa, envolviéndola en un aura de necesidad que le hacía suspirar por aquellas letras ajenas.          

           Una noche más, con su piel pintada en nerviosismo, encendió el ordenador. Llevaba muchos meses en este sistemático rito, en ese diálogo virtual que se desarrollaba a través de estos correos electrónicos. Pero hoy iba a ser distinto, abrió aquel correo que, además de iluminar su pantalla, iluminaba su corazón. Y ante ella se desplegó un extenso panegírico de despedida, era el último correo que le iba a escribir, no entendía muy bien las razones que alegaba y aquel beso último con el que terminaba le sonó como si fuera un mordisco que le arrancara un trozo de piel. Apagó directamente el ordenador dando un tirón del enchufe, mientras secaba sus efluvios lacrimosos con el cuello de la camisa blanca que quedó salpicada de manchones negros.         

          Pero sabía que aquella despedida le sentaría bien, era la única forma de superar la esquizofrenia que sufría y, en el fondo, ya se lo esperaba porque ese correo de despedida de ayer, como todos los anteriores, se lo había escrito ella a sí misma. 

8 comentarios

Lludria -

Me ha gustado mucho, Elbúcaro. Tal como dice Bárbara, todos deseamos recibir amor y la correspondencia, aunque ya no sea por via manuscrita, puede ser un buen medio ^^ Sorprendente el final.

Boa -

Hb..mi amigo l bucaro...visitaste mi otro blog y dejaste 1 comentario..no t acordaras d mi. Me gusta tu blog
Visita el mio y l d 1 amiga mia ( http://simplifica.blogia.com )
y deja algun comentario.
asias
XAU XAO

Nadie -

Muy interesante tu relato. Me hace pensar en las personas que se "enamoran" de alguien por lo que creen ver en esa persona, o por lo que quieren ver, y en el fondo solo estan enamorados de si mismos.
Aunque no lo creas conocí a un individuo que tenía la costumbre de escribirse correos a si mismo... claro eran para luego descargar ciertos archivos adjuntos en su casa, pero en el asunto solía poner mensajes cariñosos.
Creo que todos en el fondo estamos un poco locos.

miroslav panciutti -

Bonito relato. ¿existirán realmente comportamientos como el que describes?

Gatito viejo -

Los afectos virtuales que señala muy acertadamente Gonzalo Hidalgo.
Me encantó el texto.
Un abrazo.

ana -

Es un verdadero mundo aparte el de la cibercomunicación. Tanto misterio sostenido entre dos personas que no se conocen, que no se han visto nunca. Todo un deseo diario del momento preciso y precioso en que se abre la conversación o el correo. Un auténtico ritual, un corazón desbocado ante la emoción y la alegria, ante el deseo y la impaciencia. Pudor y rubor invisibles se tornan atrevimiento y osadía. Un abrazote, ana.

dsdmona -

La mente humana puede llegar a crear verdaderos mundos paralelos, igual de verdaderos para quien la vive que la de verdad para el resto.

D.

Barbara -

Habrá alguien que no haya vivido algo así? Bueno, salvo por autoescribirse... Todos deseamos recibir amor por la vía que sea, incluso el propio... Lindo texto =)