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El búcaro de barro

¡Bienvenido septiembre!

¡Bienvenido septiembre!

          Paradójicamente al carácter nostálgico que podría suponer el dibujo colgado en el post de ayer, debo reconocer que la entrada del mes de septiembre no me disgusta. Supongo que la ruptura debe ser mayor para el que se aleja, por ejemplo, de la costa y sabe que ocurrirán muchas cosas hasta que pueda ver el mar, pero cuando el mar nos acompaña en la vida cotidiana no hay tanta diferencia entre lo que es vacacionar o trabajar.

          Me hace rememorar a aquellos años infantiles de veranos interminables en que yo estaba deseando ya el comienzo del curso. Se revolucionaban los armarios y aparecían esos pantalones largos, que ahora quedaban por encima de los tobillos, los zapatos gorila que abrazaban el pie con estudiada eficacia y sobre todo ese aroma a goma de borrar, lápices de madera y libros nuevos que auguraban el comienzo escolar. Eran tiempos de reencuentros con aquellos compañeros de colegio tras tres meses, algunos tan crecidos que casi nos costaba reconocerlos. Ahora aunque no me influye la escuela tan directamente, que duda cabe que su influencia sigue en mi vida.

          Aparte de eso hay muchas cosas que parece que el mes de agosto actúa sobre ellas de forma paralizante. Desde la televisión que languidece en los rincones domésticos como pidiendo  perdón por tener que poner cualquier cosa por mantenerse enchufada, hasta lo que es el encargo de un libro o un mueble, en el que el interlocutor como algo sabido y soportado dice eso de: ya sabe que en agosto todo está cerrado. La Administración que cuelga un cartel invisible de “todo cerrado” y los periódicos que adelgazan de tamaño sustituyendo artículos y temas culturales por fotos de prensa rosa o de cuerpos soleados y es que claro…como estamos en verano…Buena época incluso para aquellos de manifiesta torpeza laboral y que en esta época refugiados en las calores parecen disimular su incompetencia.Ya sé que habrá muchos que no estén de acuerdo conmigo, pero tras unos días necesarios para romper la rutina que la vida nos impone, prefiero mucho más la llegada de septiembre y la vuelta al engranaje habitual. Por eso para mí el otoño es la etapa que más disfruto del año. Lo que es necesario, siempre, es desarrollar la capacidad de disfrutar de esos pequeños momentos que la vida nos presenta en el día a día y que pasan de largo por delante nuestra sin que seamos capaces de atraparlos. ¡Esos serían ratos de verdaderas vacaciones!

3 comentarios

Meritxell -

La nostalgia que sentimos cuando estamos lejos del mar...esa no la has experimentado nunca. Ya ves. Pero lo que es duro es romper el ritmo relajado por un horario a cumplir y encima con el calor agobiando al personal.

reina -

Hay quien hiberna en invierno y quien dormita en verano, es necesario recargar pilas, y el ansiado regreso corresponde a quien vuelve con renovadas energías de lo que fue una pausa y merecido descanso, para los que fue una huida momentánea de una vida que no les gusta, es depresión post-vacacional.

Recuerdo ahora aquella canción del Duo Dinámico: "El finaaaal del verano..."

Besos.

ideas -

Siempre he pensado que no se puede añorar lo que nunca se ha tenido,.. y los que vivimos sin mar todo el año, tenerlo cerca durante unos dias es lo que marca la diferencia entre descanso y trabajo..
Cada instante es magico, sean vacaciones o no, si sabemos encontrarle las cosquillas...
Pronto llegará el otoño, con sus tonos rojizos, y sus alfombras de hojas secas. Despues llegará el invierno con su bufanda de nieve, y ese aire del norte que congela el agua de los charcos.. y con un poco de suerte, quiza en primavera encontremos algun brote nuevo en el viejo olmo hendido por el rayo..