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El búcaro de barro

El día después

El día después

     Ya pasaron los Reyes y con ellos se fueron los regalos cariñosos acompañados de las compras compulsivas y de los absurdos artilugios que llegan a las casas y no se sabe donde colocarlos, aunque el impulso primigenio sea el de tirarlos directamente a la basura para reciclarlos. Entre los muchos desperdicios de estos días está el de los kilómetros de papel de regalo que suelen tener una efímera vida.

      Nunca le había dado importancia al papel de regalo, pero este año, cuando entré en la librería desde rincón donde descansaban los papeles de regalo, lo ví. Era el papel más bonito que nunca había visto. Un matiz brillante, sobre el que destacaba unos tonos rojos y verdes, cubrían toda su superficie y en medio de unos veinte papeles diferentes sobresalía como un príncipe encantado de cuentos. Me llevé a modo de cetros reales una buena provisión de rollos de este papel hasta mi casa. Durante el tiempo en que estuvieron en lo alto del armario, parecían saludarme con un guiño cómplice cada vez que entraba en la habitación.

       Al fin llegó la víspera de Reyes. Este año aquel trabajo entre tedioso y angustioso de envolver regalos y despegar el papel adhesivo se convirtió en ameno. El tacto de aquel papel despertaban en mí viejas sensaciones olvidadas y su colorido singular atrapaban mi mirada durante aquellas gozosas horas. Las cajas empezaron a perder su aspecto exterior uniformándose todas de aquella envoltura. Ni una arruga y dobleces perfectos. Cuando deposité aquella valiosa carga bajo el árbol de Navidad vi que eran los paquetes más hermosos y que destacaban respecto a todos los demás. Una sensación extraña me invadió, hubiera querido que aquellos paquetes nunca se abrieran, que permanecieran siempre cerrados como si el verdadero tesoro estuviera fuera y no dentro.

        Pero aquello sólo duró un instante.  En el momento en que las distintas manos los asieron, no miraron ni el color, ni la forma, ni siquiera aquel brillo que me había onubilado y en décimas de segundo aquel papel era rasgado, a la par que mi corazón, y pasaba a acumularse junto a otros en un montón informe. Ni siquiera presté mucha atención a mis regalos, pendiente de cómo aquel papel desaparecía de mi vista camino del contenedor azul. Aún por la noche sentía aquella nostalgia dolorosa de aquel brillante envoltorio, pero al abrir el cajón de mi mesa de noche salió, como una sonrisa, de su interior un trozo reluciente que se había quedado sin usar. Lo tomé entre mis manos con el mismo cuidado que se trataría al último especímen de una especie a extinguir y tomando un libro de poemas que me acompaña, desde hace años, junto a la mesilla de noche me puse a forrarlo, con delicadeza, con ese papel. El libro quedó mucho más poético y ahora, no sólo sus poemas me riegan por dentro, sino que su exterior brillante, aparte de dejarse acariciar por mis dedos, hace que paladee, de manera única, mi mirada.

 

 

8 comentarios

Tautina -

Qué historia más preciosa, en adelante voy a mirar el papel de envolver con otros ojos. Y mira que yo soy de las que abren los regalos a lo burro.
Besos, querido amigo.

Meritxell -

Siempre tan detallista.
Da rabia que los demás no aprecien esas insignificancias que a nosotros nos hacen tanta ilusión. Pero en algunos puede más la intriga por ver el contenido que se saltan a la torera todo lo demás.

Feliz año.

Abrazos.

gatito viejo -

La magia del regalo empieza en su envoltorio, es verdad. Suelo utilizar también mis papeles de regalo preferidos para forrar objetos que me gustan en un afán por personalizarlos, por darles un toque distinto.
Saludos

Paky -

Muchas gracias por tus comentarios en mi página. Para mi ha sido un placer encontrar la tuya. Debo felicitarte. No solo escribes, relatas cuentos, historia, pasiones... Seguiré visitandoté y con tu permiso te añado a mis links de blogs. Un saludo,

Patri -

En mi casa me encargo yo de envolver los regalos. El papel a suar dependerá del dueño del regalo. Otros van envueltos en cajitas que yo misma hago. Algunos tienen lazitos hecho con mimo, y todos tienen etiquetas navideñas también hechas por mí....

Para mí es el ritual de los regalos. Un ritual que me encanta, aunque como tú dices, casi nadie se para a mirar el envoltorio.

Y por cierto... ¿te dejaron muchas cosas los reyes? o_-

Besotessssss

N oamanda -

:)

Cris -

Yo lo he hecho, forrar libros de lectura con papel de regalo que me ha gustado especialmente, por el mero placer de seguir disfrutándolo un tiempo más, porque me daba pena que se perdiera...
Tengo una relación especial con el papel de regalo, de hecho la parte que más me gusta de todo el ritual del regalo es ocuparme del envoltorio, elegir bien el papel, envolverlo con mimo y que quede perfecto, añadirle un detalle personal...
Un abrazo!

desiree -

Podrias envolver el PC tambien con ese hermoso papel¡¡¡asi cuando escribieras en este blog la inspiracion seria aún más hermosa querido amigo,,,
besos