¡Cuánto tiempo!
De mi trabajo forma parte esencial, siendo lo que más me gusta, la atención al público. Rodeado habitualmente de papeles, me gusta ese rato en que los dejo reposar sobre y la mesa me pongo frente a alguien para intentar solucionarle la cuestión que me plantea. Me doy cuenta de que, como en la vida, y eso que he hecho cursos al respecto, ningún libro ni curso te enseña lo que cada día se aprende con la experiencia. Una de las cosas que he aprendido es que no todos los que vienen a verme buscan soluciones, hay casos imposibles de resolver y lo que esperan de ti, simplemente, es una atenta escucha. Hay otros, quizás los más desagradables, que sólo desean gritar, echar la bilis por la boca, a estos no siempre es fácil escucharlos, pero se intenta y, a veces, terminado su discurso incluso se les percibe una cierta felicidad.
Algunos son clientes habituales, de años, a los que les basta tres palabras o un gesto bastan para indicarme lo que quieren. Otros son ocasionales, les surge un asunto y durante meses hablamos, van y vienen, hasta que finalizado, parecen desaparecer en la noche de los tiempos. Eso me pasó ayer con uno, lo reconocí después de muchos años y le digo:
-¡Cuánto tiempo que no te veía! ¿Dónde te habías metido?
Sin palabras me enseña un impreso firmado por la subdirectora de una prisión, en el que de forma escuetamente administrativa informa de en dónde se ha pasado los últimos diez años. Sin duda su aspecto ha cambiado, para bien, aquel muchacho de aspecto inquietante hoy es un hombre de rasgos sosegados. Me sonrió y me dijo:
-Yo también hacía mucho tiempo que no lo veía a usted.
2 comentarios
Mari Carmen -
Saludos cordiales
mari carmen
isabel -