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El búcaro de barro

El sillón de masajes

El sillón de masajes

       No era una hora muy adecuada para recibir visitas, me dije saltando de la cama, cuando, siendo domingo, el reloj no había dado aún las diez. Anudé de mala manera mi batín y con  los pelos enmarañados y ojos semiabiertos abrí la puerta con el gesto más adusto que pude poner.

            Pero no pude hablar ante la sinuosa figura que junto a mi puerta, me pedía perdón por la intromisión matinal en mi intimidad y que rápidamente me desarmó. Se llamaba Virginia y me contó esa historia, mil veces conocida, de la que se pasa toda la semana trabajando, incluso los domingos, para no vender ningún sillón de masajes, que es lo que vendía y en todo ese tiempo no había ganado un solo euro, ya que trabajaba a comisión.

          Tras aquella ráfaga de palabras no pude menos de tener conmiseración e invitarla a que, al menos, me contara las excelencias de aquel sillón, que pronto me enteré que tenía hasta doce velocidades y provocaba unas sensaciones tan útiles como necesarias para relajarse. Me gustó ver como su rostro se le iluminaba, era la primera vez que la escuchaban y podía desarrollar todo lo aprendido en aquel curso de ventas que tanto dinero le había costado.  Tan feliz se sintió que se avino a traer un sillón de que tenía en el depósito y en mi coche lo trajimos a mi casa, para poder experimentarlo. Me daba cuenta que cada vez se estaba haciendo más complicado el decir que no y más cuando manejado el mando a distancia con los dedos finos de Virginia, gusté los diferentes tipos de masaje que el sillón provocaba sobre mi espalda.

…..

            Cuando ya han pasado seis meses de aquel domingo, voy a decir en que quedó todo aquello, pues si sigue leyendo es que quiere satisfacer su curiosidad.  El sillón sigue en el rincón de mi salón donde lo depositamos. Fue el primer y último sillón que ha vendido Virginia en toda su vida laboral, porque después de esto dejó de trabajar. El sillón nunca lo he puesto a funcionar, y me mira sin ojos, porque cuando quiero un masaje…para eso tengo a mi lado a Virginia que tiene mucha más habilidad que cien sillones de masaje.

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