Entre catedrales
Cuando uno recorre la ciudad de Cádiz, descubre una original estructura de calles estrechas y en algunos momentos se parece pasear por un laberinto, donde repetimos las esquinas, ya que muchas parecen iguales. Cuando uno tiene la habilidad de encontrar alguna de las salidas de ese laberinto, siempre tiene el mismo premio: el mar, que rodea a toda la ciudad como un collar de perlas.
En una de esas salidas se encuentran las dos catedrales, la nueva y la vieja, y entre ellas se acaba de inaugurar este espacio arquitectónico, "entre catedrales". Así se llama ese recoleto y níveo rincón, que rodeado de los muros ásperos de piedra ostionera de los dos templos gaditanos, se alza, como un extenso mirador, frente al mar. Es un lugar digno de visitar y sentados en sus bancos marmóreos, los tiene de sol y sombra como los cosos taurinos, dejar que la mirada se mezca en ese vaivén continuo y eterno que producen los rayos de sol sobre el verde brillante del océano. El oído se acaricia por el rumor asíncrono de las gaviotas que cruzan el cielo. ¡Cómo no detenerse a disfrutar de la quietud y el recogimiento al que aquel escenario invita!
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