La no-navidad
Hace unos días iba bajando una cuesta con una bolsa de regalos, cuando desde el otro lado de la carretera alguien me llamó. Reconocí a Julia, una joven de 35 años y a quien por motivos laborales he tratado en variadas ocasiones. Cruzó la calle y se acercó a mí, para preguntarme a ver si conocía algún sitio donde le dieran una paga. Su historia es truculenta, madre de siete hijos y abuela de una nieta estuvo cobrando por víctima de malos tratos, pero ya esa paga se le había terminado y su situación actual se había convertido en crítica. Como siempre las cosas se pueden convertir en peor, a su hija de doce años, al estallarle el cristal de una ventana, se le clavaron varios trozos en su cuerpo y estuvo a punto de desangrarse, estando ingresada durante varios días en la UCI del hospital. Me habló de este último episodio, toda su historia la conocía yo de sobra, y de lo mal que lo había pasado. Ahora venía con una bolsa con alimentos que le habían dado en un convento de monjas. No me pidió nada, pero ¿cómo no iba a sacar dinero de mi cartera de modo que ella pudiera comprar algunas cosas en aquella Nochebuena? Me dio un abrazo agradecida y, con ojos llorosos, siguió su camino, mientras yo como un maxmordón pensaba que algunas personas lo tienen muy complicado para sentir la alegría de la navidad y, más bien, sus días se convierten habitualmente en una no-navidad.
Cuando se mira a lo lejos el árbol de Navidad, los adornos y demás aderezos nos espumillean con sus luces y multitud de colores de esa alegría, casi infantil, de este tiempo. Si, por el contrario, hacemos, como en esta foto, el esfuerzo de acercarnos a una de esas bolas, vemos que ahora el mundo se ve monocolor y deformado. Hay gente que, por mucho que lo intente, no puede alejarse de la bola…
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tejedora -
El día de Nochebuena felicité por teléfono a una monja que fue mi profesora en la guardería. Con el transcurrir de los años la destinaron dos veces de lugar y no he perdido el contacto con ella. Me comentó que todos los días va al comedor a dar de comer a los que no tienen alimentos y me quedé boquiabierta con la cifra que me dijo de personas que acudían a dicho comedor.
Aprovecho para felicitarte en estos días, Búcaro. Que el 2010 te traiga todo lo que pidas.
Besos navideños.