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El búcaro de barro

La cima

La cima

           Recuerdo una vez, hace más de treinta años en que estuve durante una semana en una casa de un lugar perdido de la provincia de Teruel. Tenía un rato libre antes de la cena y me fui a pasear llevando en mis manos una flauta dulce de madera que me habían regalado meses antes y me introduje entre los árboles hacia un pequeño cerro solitario desde el que podía contemplar el sol declinando y un paisaje vestido con los primeros colores del otoño. Vivía unos días de confusos silencios, en los que ahondaba un cierto temor debido a que estaba tomando  decisiones que repercutirían en mi vida futura. 

            Y de pronto, bañado por la luz de aquel atardecer me sentí muy a gusto. Saboreé la sinfonía de colores que se proyectaba frente a mí. Por un instante mi mente se detuvo, sacudió sus preocupaciones, sus nostalgias que eran muchas y los miedos al futuro que eran todavía más.  Todo mi cuerpo disfrutó de aquel instante, la liviandad de la brisa y el silencio sólo roto por el gorjeo de los pájaros me ayudaron a ello. Entonces fue cuando subiendo la flauta a mis labios y soplando a través de ella, toqué una canción durante un largo rato, mientras me despedí del sol…

1 comentario

Teresa -

¡Qué momentazo! ¡Que bien contado! Estas palabras tuyas también me han erizado el "bello". Uff!
La foto también merece una felicitación.
Saludos.