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El búcaro de barro

En una tarde de calor

En una tarde de calor

           Hacía mucho calor, incluso demasiado para ser en verano y es que las cinco de la tarde era muy mala hora, pensó Ella, pero así son las cosas y hay que aguantarse, repensó resignada. Y allí estaba esperándolo ¿siempre tenía que ser así? Esperando Ella a que se le ocurriera aparecer por allí. No era su primera vez, pero se sentía excitada como si lo fuera. Notaba su piel húmeda por el sudor y la excitación, su mirada expectante y su imagen estática en aquella espera. Al fin el cruzó la puerta. Ella lo conocía de sobra, pero ahora al verlo aparecer no pudo dejar de sentir que todo su cuerpo apreciara una sacudida. Cuando advirtió aquellos ojos negros brillando al sol y su gran cuerpo desplazándose con aquella agilidad experimentó un ardor irreprimible. El pareció hacerse el despistado mirando a su alrededor, pero cuando vio como lo miraba no pudo reprimir ese instinto que lo atraía irremisiblemente hacia Ella. Cuando estuvieron cerca, se miraron a los ojos, sólo fue unos segundos.

           Ella, entonces alzó con estilo lo que llevaba agarrado entre sus manos. El, sorprendido, pasó de largo… Al mismo tiempo cientos de garganta estallaron en un OLEEEEEEEE,  aplaudiendo el gesto de esta joven matadora de toros.

3 comentarios

abril -

En esta ocasion el OLLEEEÉ, te lo dedico a ti.
Como siempre, sorprendente.
Mil besos.

Cris -

Es una descripción magnífica, y ese golpe de efecto al final... casi has conseguido que por una vez me gusten los toros ;)
Un abrazo!

Lunaria -

No te voy a decicr que me esperaba el final porque mentiría. Has conseguido lo que querías, sorprender con el final. Me encantó.