Paseo vespertino
El salió a la calle bastante saturado por el ambiente del día. Caminó sin rumbo fijo, simplemente hacia ese destino incierto al que le conducían sus pies. Y en este disperso camino al ritmo sincrónico de las suelas de sus zapatos, al doblar una esquina, fue cuando se topó con Ella.
En un principio su presencia, casi olvidada, le sorprendió ya que, aunque la reconoció con prontitud, su imagen se le había desdibujado en la memoria. No tuvo tiempo de decidir si le gustó encontrarla, porque en seguida se colocó a su lado y, la verdad es que, tampoco El se esforzó mucho por desembarazarse de Ella. Caminaron uno junto al otro y fueron construyendo palabras en el aire que iban transformándose en un diálogo. El se sorprendió, una vez más, de lo bien que lo conocía. Ella empezó a cuestionarle muchas cosas, a desempolvarle recuerdos, incluso, en ocasiones, a incidirle dónde más le dolía. Pasearon entre el bullicio de los comercios, atentos a lo suyo, aislados de los demás como en una hermética burbuja. En algún momento El detuvo sus pasos, pero ya se encargó Ella de darle motivos para seguir andando. Al fin se pararon en un bar y pidió una cerveza. Ella le dijo a El que nunca tomaba alcohol. No sé por qué, penso El, pues nunca le había visto conducir. En algún momento a El le pareció sentir su caricia fría y despierta helándole los sentimientos, pero debía ser, más bien, consecuencia de la cerveza helada que fluía por su garganta. Cuando se levantaron la noche había apagado ya los colores pero, paradójicamente, Ella brillaba cada vez más en la creciente oscuridad. Siguieron caminando hacia la casa de El mientras las luces de la calle creaban sombras juguetonas sobre la acera. El la notaba íntimamente cercana, parecía que se le había adheridol con la misma fuerza que el percebe a una roca. Ya llegando a casa aquella presencia de Ella le estaba produciendo hartazgo. Con mano temblorosa El abrió con la llave y cerró de golpe quedándose Ella en la escalera. Sintió que Ella le seguía llamando pero no cedió a sus ruegos.
Al rato El fue consciente de que Ella, la soledad, ya se había marchado pero se hizo una pregunta que no deja de inquietarle: ¿cuándo volverá de nuevo?
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