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El búcaro de barro

Jalogüin

Jalogüin

        Nicanor salió de aquel centro ya totalmente recuperado de la obsesión por las plantas, de tal forma que ahora sólo se atrevía a fijarse en las mujeres por encima de las rodillas. No tenía donde acudir, su mujer se había casado con su abogado defensor, quizás por eso pasó un par de años más en el siquiátrico...  Divagó por las calles, con escaparates decorados de ridículas calabazas sonrientes, era el 30 de octubre, recordando aquella fiesta absurda que para ridiculizarla él la traducía a su idioma natal: Jalogüin.

Cuando anocheció entró en la atmósfera acogedora y sórdida de un bar. En aquella barra desvencijada, que malsujetaba el peso de sus codos, fue donde se le acercó aquella joven de piel límpida y de ojos levemente rasgados con color de lluvia. No tuvo que evitar el mirar sus pies porque el canal de sus pechos, similar a la entrada de una seductora gruta, atraía sus ojos. Se presentaron y compartieron vapores alcohólicos e intimidad. Se sentía Nicanor tan a gusto en aquella estrenada compañía, que cuando las primeras luces del amanecer hendieron las persianas de aquel local, se apenó de que su compañera se esfumara súbitamente, no sin antes citarse en el mismo lugar para el día siguiente a las 9 de la noche...para que le acompañara a una fiesta de Jalogüin

Sonaba la novena campanada en el reloj de la torre, cuando apareció ella envuelta en aroma de alhelí. Le tomó de una mano y él, como si se tratara de una estela, la acompañó hasta su casa. Pulsó ella el interruptor y una luz tenue acarició toda la habitación que pudo observar mimosamente adornada: murciélagos de goma colgaban de las lámparas, varias calabazas se extendían por los muebles en cuyas esquinas pendían telarañas cuyo material en no podía distinguir.Le sirvió un vaso de Nestea y le dijo que tomara asiento mientras ella se cambiaba y no sin cierto remilgo lo hizo junto a un esqueleto, que sentado en el sofá, parecía no quitarle ojo desde sus cuencas vacías. 

A los pocos minutos apareció ella con un gorro picudo, los labios intensamente rojos como si ardieran  y los ojos pintados de pintura negra brillante y envuelta en una capa oscura. Abrió la capa y apareció bajo ella adornado con escasas tiras negras el cuerpo más hermoso que Nicanor había visto en su vida.  El deseo tomó cuerpo en su idem, especialmente cuando ella lo atrajo hasta sí y tiñó de rojo sus labios y su lengua. Tirando de él, que casi no podia moverse de la sorpresa lo introdujo en su habitación, lo desnudó muy despacio y acostándolo sobre el colchón le ató muñecas y tobillos. Nicanor le dejaba hacer mientras sus sensaciones se alborotaban crecientemente.Con un grácil movimiento se desprendió ella de la capa, que lanzo al suelo y poniéndose de rodillas sobre la cama sentó su sexo suavemente gélido sobre la barriga de él. Iluminada por una sonrisa, se acercó a su rostro girando la cabeza buscándole el cuello. En aquel giro pudo atisbar como de su boca abierta salían unos largos colmillos, pero fue sólo un instante, porque enseguida notó como se clavaban sobre su cuello y presintió como se sentiría una pajita cuando la succionaban. Supo que era la primera y última fiesta de Jalogüin a la que acudiría y sobre todo que, después de esto, no volvería a protagonizar un post en este blog...no quedaría bien un protagonista con dos agujeros en el cuello y en el que no circulara sangre por su interior.

3 comentarios

Zafferano -

Lástima que Nicanor no se hubiera encomendado a Sta Amparo, que celebra su día el 30 de octubre. (Lo sé porque es el santo de mi madre... No se vaya usted a pensar...) Y a lo mejor le habría dado el amparo necesario para poder protagonizar otro post. Nunca se sabe...

Un saludo, o dos!

PD.- "Suavemente gélido", me cuesta imaginarlo...

tejedora -

Me ha gustado la continuación de Nicanor, aunque no vuelva al blog ;)

Un abrazo.

prometeo -

Buen relato aunque un poco manido eso de los vampiros, hay ya demasada literatura para los mismos; lo mejor tu estilo. Un abrazo y ya estoy de vuelta.