Diálogo de otoño
Ayer por la noche, enterado de la llegada del otoño, salí a recibirlo a la terraza. La ocasión lo merecía. La oscuridad de la noche estaba rota por el centelleo lejano de las estrellas y la luz casi vergonzosa, todavía, de la luna creciente, cuando éste hizo su aparición con formas de mujer, a pesar del artículo masculino que lo precede,. Traía cubierta sus desnudeces con una sedosa tela, danzante al viento, que la protegía del aire fresco y estimulante de la noche. Se detuvo a conversar conmigo, se la veía animosa y resuelta muy diferente a esa imagen decadente de la estación a la que nos tienen acostumbrados los poetas.
No mostraba la frescura naciente de la primavera, ni la euforia exultante del verano, sus palabras eran encendidas, reflejo de la vida madura que latía en ella. Y como una vieja conocida refrescaba mi memoria de encuentros anteriores que tuvimos. De ratos de infancia en que se alargaban las perneras del pantalón, como todo un acontecimiento preadulto, llegadas estas fechas. De acogedoras reuniones familiares, con gente ya desaparecida, en el seguro refugio del calor del hogar cuando el viento ¿se veía?, volar a través de la ventana. De paseos sobre hojas secas, acompañando esos crujidos a los latidos de un joven corazón enamorado. De cambios de vida, lugares, situaciones y rostros, siempre ocurridos en estos días…
Y esos recuerdos compartidos entre ella y yo, tendieron a convertirse en nostalgia, hasta que mis años, vigilantes, rechazan ese sentimiento y lo transforman en la sensación de que, seguramente, éste pueda ser el otoño más hermoso de toda mi vida.
2 comentarios
desiree -
gracias, porque a estas alturas de la vida, sentir esa sensacion es maravilloso
besos
Teresa -