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El búcaro de barro

Día a día

Estampas cofradieras

Estampas cofradieras

     Tras una Semana Santa donde el agua no ha dado tregua, ayer pudo celebrarse la Procesión magna. Toda una novedad en mi ciudad, porque por primera vez quince pasos desfilaron uno tras otros con una buena organización, a pesar de lo complicado que era el elaborar los itinerarios de cada uno de ellos. Unas nubes quisieron deslucir dicho desfile, pero con las pocas gotas de agua no lo consiguieron. Y hablando de agua, se ve que alguno de los penitentes temía, en algún momento, echarla de menos y, como se ve en la foto, no se separó en todo el rato de su botella.

Otra escena, uno de los pasos recogiéndose en su parroquia, tras los acordes del himno nacional y los aplausos de los espectadores que poblaban el exterior a las once de la noche, a continuación cierran las puertas.  Poco a poco van saliendo los penitentes de la parroquia, un joven pretende entrar al interior, pero una penitenta que estaba en la puerta le dice que no se puede entrar. El joven sin perder la sonrisa le dice:

-Es que yo...soy el párroco.

         Un tanto abochornada, la penitenta le dejó pasar. Ya sospechaba que algunos de los que salen  en las cofradías no son visitantes asiduos de la parroquia, esto me lo confirmó.

Nuevas tecnologías

Nuevas tecnologías

   Llego el lunes a la oficina y me meto a trabajar a mi despacho. Enseguida mi compañero, que ha estado dos semanas de vacaciones, solicita mi atención:

-Mi impresora está estropeada, no funciona.

-Es extraño-respondo-nadie la ha usado en estas dos semanas.

-No sólo no imprime, sino que ¡ni siquiera se enciende!

   Me acerco a la impresora a examinar las conexiones y veo que no tiene el cable de corriente conectado, se lo digo y me dice, que había visto un cable por detrás (el que está conectado al pc). Enchufo el cable.

-¡Ya funciona!-exclama con una alegría no exenta de cierta euforia.

Reencuentro con las aulas

Reencuentro con las aulas

          Durante mi vida universitaria siempre me imaginé ejerciendo la actividad docente. Y en ella fue donde inicié mi actividad laboral y permanecí cinco años. Era un trabajo para el que me consideraba preparado y en el que disfrutaba.  Pero mis circunstancias personales me empujaron a realizar unas oposiciones para la Administración, con lo que cambié radicalmente de tipo de trabajo. No sin cierta pena dejé la docencia y al nuevo trabajo tardé varios años en encontrarle su lado positivo,  acompañándome una nostalgia por aquello que había dejado, que tardó tiempo en difuminarse.

         Esta semana, por motivos de mi trabajo, he vuelto a reencontrarme con las aulas de un instituto, al tener que impartir a aquellos jóvenes un curso, muy diferente a aquellas fórmulas matemáticas que yo les enseñaba hace veinticinco años. No tuve mucho tiempo para darme cuenta de la evolución de los alumnos desde entonces a ahora, pero sí en lo diferente que son los medios  de que ahora se disponen, para impartir una clase. En aquellos años de mitad de los 80 me bastaba para explicar la tiza y la pizarra. Ahora fue necesario una presentación en Power Point, que no me permitía alejarme del ratón, ni modificar lo que ya estaba hecho.  Me gustó la experiencia, pero concluí que a pesar del actual avance tecnológico yo prefiero, a la hora de impartir la clase, esa blanca y polvorienta tiza con la que lograba dar vida a la oscuridad de la pizarra.

Seleccionado

Seleccionado

         Una sorpresiva llamada de teléfono, que supuse que sería  de una compañía de telecomunicaciones para ofrecerme alguna oferta, me dijo que yo era uno de los seleccionados. No comprendí muy bien de lo que me hablaba, aunque de entrada eso de ser “escogido” entre miles de personas sonaba bien. No se preocupe, me dijo que ya le llegará una carta a casa explicándole todo.

        A los pocos días me  llegó la carta de que estaba seleccionado para el proyecto Eles, que se trata de un estudio longitudinal sobre cómo envejecemos los españoles, a través de un cuestionario y unas pruebas médicas…  Y es que ya uno va alcanzando unas edades que cualquier selección, en principio, debe resultar algo sospechosa. 

Histórico

Histórico

     A veces, basta con abrir un armario para darse cuenta de que lo era un simple bote de lavavajillas se ha convertido ya en un objeto histórico.

Mareas de ida y vuelta

Mareas de ida y vuelta

    En nuestro litoral cada seis horas, aproximadamente, se alterna la marea alta con la bajamar, pero este fin de semana hemos disfrutado de unas imágenes verdaderamente inusuales. Probablemente haya influido esa luna tan próxima que ayer se acercaba a nuestra Tierra, dejándonos a la vista la intimidad de sus cráteres, la que nos ha permitido ver en nuestra costa imágenes nunca vistas y un gran contraste entre una marea baja que dejaba al descubierto arenas y rocas nunca acariciadas por el sol y una marea alta, cuyas aguas cubrían espacios que siempre habían estado secos. Como si de una gran fiesta se tratara, cientos de personas madrugaron este fin de semana para ver este espectáculo que transformaron nuestra costa como dice el tanguillo de los Duros Antiguos: "estaba la playa igual que una feria".

Carnaval de los más jartibles

Carnaval de los más jartibles

    Cuando ya han pasado varios días del miércoles de ceniza, aún hoy, al pasear por las calles de Cádiz, era posible encontrar en muchos de los rincones del casco antiguo a grupos carnavalescos. Hay gente que no se resigna a que el Carnaval se acabe, son los más jartibles, y un día más sacan sus disfraces a la calle y adornan el aire con sus cantes.

Volviendo...

Volviendo...

...tras ocho días en las garras de una gripe, al fin comienzo, poco a poco, a sentirme mejor. Todo empezó el viernes 4 de febrero que noté cómo en el trabajo me parecía flotar en una situación de ingravidez nada habitual, hasta que me tuve que venir para casa. Me desplomé sobre la cama, sin saber muy bien lo que me estaba ocurriendo, y un dolor acompañado de escalofríos, fue tomando creciente posiciones a todo lo largo y ancho de mi cuerpo. A partir de entonces perdí la noción del tiempo y las ganas de todo, perdí el hambre y hasta las ganas de escribir. Me dolía  todo y mi cuerpo se perdía entre las sábanas, donde se acumulaba un variado número de mantas en creciente desorganización. La altura de la montaña de mantas iba modificándose acorde con el desequilibrado termostato de mi cuerpo, y que hacía que frente a esos ratos en que a cada pie con dos calcetines gordos bajo cuatro mantas no hubiera forma de hacerlo entrar en calor y ese otro rato que el sofoco provocaba que me sobrara cualquier atisbo de manta. Y lo que pensaba que durante el fin de semana se resolvería, el lunes por la mañana estaba mucho peor y porque me llevaron al médico, que me dio la baja, que si no difícilmente soy capaz de llegar hasta la consulta.

        Tras volver a casa, pensando que el hecho de ir a la consulta sería inicio de recuperación, recuperé esa horizontalidad que era donde me encontraba menos mal y continué poniéndome peor.  Aparte de ese dolor extendido, la nariz se convirtió en fábrica de mucosidades que con dificultad encontraban salida y la garganta empezó a producir agrestes e insistentes toses. Me aburría, pero es que no tenía fuerzas para hacer nada, ni siquiera hablaba porque mi voz se convirtió en inentiligible. Un libro, que cogí para esos ratos de sentirme mejor, se quedó cerrado sobre el colchón. Pasaba las horas con los ojos abiertos, mirando, sin ver, a una pared blanca que me acabé aprendiendo de memoria. Y las noches eran de puro delirio, en el peor sentido de la expresión, y extraños sueños tomaban formas de retorcidas pesadillas, que permanecían incluso estando despierto.

        Al fin, a partir del quinto día percibí que, al menos, no estaba peor y lentamente inicié la recuperación. Me di cuenta que cuando andaba era capaz de andar recto, algún rato leía, aunque los trastornos y las toses me siguen acompañando hasta la actualidad. Al mirar atrás esos días aparecen en mi calendario como con números en blanco. Algo he aprendido de todo esto: ¡el año que viene me vacuno contra la gripe!

Soleando

Soleando

   Agradezco que después de tantos días de niebla y lluvia llegue la caricia del sol aunque sea en una tarde fría como la de hoy, en la que ha dado gusto pasear por la playa.

La ruta de los buenos días

La ruta de los buenos días

     Cada mañana, aún de noche cerrada, al salir de casa con los últimos restos de sueño aún adheridos a mi cuerpo, deambulo por las calles solitarias camino de mi trabajo. Siempre me llama la atención a esas horas la solidaridad madrugadora de los escasos paseantes, que hace que al cruzarnos con alguien aunque sea desconocido, se intercambien unos espontáneos “buenos días”. Saludos de tonos muy diferentes: desde ese afable acompañado de un leve movimiento de cabeza, a ese otro que se adivina tras un semigruñido o incluso ese saludo doble del “buenos días, buenos días” que me dirige un senegalés mientras la blancura de su sonrisa destella en la penumbra de la calle.

            Así ese cotidiano itinerario se convierte en una ruta de buenos días hasta que entro en el interior del edificio donde trabajo. Cuando vuelvo a salir a la calle, un par de horas más tarde ya dejaron de brotar esos espontáneos saludos y yo me pregunto ¿en qué momento exacto del día se transforma en una simple calle esa ruta matinal de los buenos días?

Noche de Reyes

Noche de Reyes

    Hoy es una noche especial en nuestro país, porque a diferencia al resto del mundo esa tradición de que los Reyes Magos dejan los regalos a los niños, triunfa sobre la de ese señor orondo y vestido de rojo. A mí siempre me ha despertado este día sentimientos encontrados hasta tal punto, que prefiero recibir regalos cualquier día de no-reyes del resto del año. Quizás sea una reminiscencia de mi infancia que para recibir ese regalo sufría el peaje de una noche en que el nerviosismo y el miedo a que me descubrieran despierto aquellos majestades orientales me dejaran sin regalo.

      Con los años he superado ese miedo hasta el punto de que tantos días festivos con desenlace en este día, hacen que desee que llegue pero para suspirar como un superviviente cuando ha superado una difícil prueba. No me gusta esa cierta "tensión" que se crea de que hay que regalar y que hace que acaben haciéndose, en muchas ocasiones, regalos absurdos que ni siquiera se abrirán.

      Yo prefiero regalar en otras ocasiones del año, por el aniversario, por algún evento señalado o simplemente...porque apetece llegar de esa manera a esa persona. En cuanto a regalos sigo prefiriendo aquellos en que lo de menos es lo que cuestan monetariamente:

-los que reflejan en su cariño la creatividad del que regala

-los que recuerdan momentos vividos y compartidos

-los que nunca me hubiera esperado

-los que esperaba con desesperación

-los que no ocupan espacio en el armario

-los que son tan únicos que a los demás les parecería una tontería

-los que producen lágrimas de alegría

-los que me traen ráfagas de un corazón ajeno

-los que me me pueden acompañar muchas horas al día

-los que casi no se notan

Día muy frío...

Día muy frío...

...pero eso no impidió que el sol con su mejores pinturas llenara todo el ambiente de brillantes pinceladas.

¡Bloglices Navidades!

¡Bloglices Navidades!

         Aunque los centros comerciales llevan varias semanas empeñados en convencernos de que ya era Navidad a principios de noviembre, este año con menos efectividad, hasta un día como hoy no podemos decir que la Navidad ya está aquí. En los distintos ámbitos en que nos movemos, de nuestra vida cotidiana, deseamos felicidad a aquellos con los que nos relacionamos, ¿cómo no hacerlo en este otro ámbito habitual que constituye la blogosfera?

         Así que:

-a los que soléis entrar a curiosear o dejaros envolver por estas letras y a los que nunca habéis entrado, pero ¡oh casualidad lo habéis hecho hoy!

-a los que alguna vez dejáis comentarios y a los que no se os ocurre

-a los que entráis googleando o porque alguien os lo ha dicho

-a los que os gustan mis letras y a los que os aburren

-a los que sois amig@s y a los que no sé quien sois

-a los que alguna esto nos sirvió para cruzar unas palabras y para los que al llegar al punto final esbozasteis una sonrisa

-a los que habéis rectificado mis fallos al escribir y a los que habéis saboreado estas letras

-a los que protagonizaron situaciones que me inspiraron y a los que protagonizaron esas otras que nunca se me hubiera ocurrido plasmarlas

-a los que vivís cerca y a los que vivís en otras latitudes

-al que me lee cada día y al que ya se hartó de leerme

-a los que mis letras le animaron a escribir las suyas y a los que alguna vez compartieron sus escritos conmigo

-a todos…

Os deseo ya que la felicidad es algo imposible y una aspiración continua, algo más tangible: que en estos días seáis capaces de saborear instantes de felicidad y sobre todos de ser capaces de contagiarlos a aquellos con los que nos relacionaremos y compartiremos esos ratos.

Mi bolígrafo negro

Mi bolígrafo negro

        (Dibujo de elbúcaro)

A lo largo de nuestro camino diario por la vida, muchos objetos se van adhiriendo a él. Unos son frutos de un bonito recuerdo, lo guardamos en un cajón y cuando alguna vez lo tenemos entre las manos evocamos el aroma de ese recuerdo. Otros son frutos de la edad como las pastillas de la tensión, la funda de las gafas présbitas o esa cajita donde guardamos los últimos pelos que cayeron de nuestra cabeza. Al fin, otros están continuamente a nuestro lado, su uso forma parte de nuestra vida cotidiana y nos sentiríamos casi desnudos sin ellos.

            A mí me ocurre eso, entre otras cosas, con mi bolígrafo negro. Siempre me acompaña y se me hace imprescindible. A los trece años me gustó el contraste entre las tintas roja y negra en los apuntes de Física y Química y desde entonces dejé de escribir con el color azul. Algunos años después empecé a dibujar y aquel bolígrafo se deslizaba por el papel blanco arrancando dibujos y caricaturas de cosas tan diferentes como mis amores o mis profesores. Muchos más años después la escritura me guiñó un ojo y desde entonces el bolígrafo negro también se dedica a ensartar frases y a aterrizar ideas y ficciones sobre esta nívea pista de aterrizaje que es el papel.

            Cuando estoy en algún lugar esperando, nunca me aburro. Saco ese bolígrafo del bolsillo y buscando cualquier papel a mano, dibujo monigotes o escribo esas palabras que  tal vez sean el germen de la que pueden ser mi gran obra literaria.

¿Sabe usted?

¿Sabe usted?

           Claro que me ve todas las tardes sentado en este banco. A esta hora echo un ratito aquí, viendo pasar a la gente.  Yo ya llevo viudo tres años y ¡qué insoportable se me hacía cada noche el meterme en unas sábanas solitarias! Pero un día estaba en una cafetería, cuando la vi sentada allí con una amiga. Yo la conocía desde que éramos muchachitos, ¡fíjese el tiempo que hará! Porque yo voy a cumplir ahora sesenta y nueve años. Pues como le decía, la vi en la cafetería sentada con su amiga, sabía que ella también estaba viuda y no sé cómo me atreví y le dije a ella: “¿Yo te gusto a ti?”. “Claro que sí, me contestó”. Y desde aquel día salimos juntos.

            El problema es que yo vivo con mi hija y mi nieto. Y es un tema que no puedo hablar con ella. Llevamos ya tiempo saliendo y ¿se cree que alguna vez mi hija me pregunta por ella? ¡Nunca! Todo lo contrario. Me dice que ni se me ocurra llevarla a casa. ¿Sabe usted lo duro que es eso de no poder meterla ni en mi propia casa?

            Yo no me aburro, por la mañana temprano salgo a comprar el pan y los mandaítos que me encarga mi hija, luego me doy una vuelta y luego paro un rato en el bar a charlar con los amigos. Pero no me gusta ir mucho, porque entre una cosa y otra, nos invitamos unos a otros y llego a comer más que alegrote.  Después de comer me quedo dormido en el sofá y cuando me espabilo me vengo para la calle y es cuando, como le decía, me siento en este banco, para distraerme tomando el solito, hasta que atardece.

             A esa hora me voy despacito, para disfrutar más de la espera, a su barrio, donde sé que ella estará a la puerta de casa jugando a la lotería con las vecinas. Cuando termina ese ratito, algunas veces me hace una tortilla y ya me quedo a dormir en su casa muy a gustito. Sabe usted lo que llevo peor? Lo que ronca, parece que tiene una trompeta metida en la nariz. Yo le tengo dicho, que si cuando se despierta ve que me he ido a otro cuarto es que no podía dormir con sus ronquidos. Dicen que hay métodos para no roncar. Sabe usted…de alguno?

(Una historia real que el otro día me contaba Antonio, que no se resigna a dejar de seguir queriendo).

El pincel de sombras

El pincel de sombras

             ¿Quíén ha dicho que el mundo de las sombras es un mundo oscuro? La oscuridad basa su existencia en el contraste con la luz. Y a veces, como en esta mañana, la luz se muestra  amable y artística actuando como un pincel de sombras.

Aromas

Aromas

    Hay aromas más intensos en la colonia que falta en ese frasco, que se expandió y llega ya más allá de la imaginación, que en la que todavía queda estática en su fondo.

Hay rincones

Hay rincones

...que deteniéndose unos instantes delante de ellos, parecen engalanarse con sus mejores luces cuando el sol se empieza  a despedir de ellos en esta tarde de Noviembre.

En la calle

En la calle

-¿Tú te crees que si yo pudiera pagar ese alquiler estaría aquí, en la calle, pasando tanto frío?

De paseo

De paseo

      Los que tenemos desde hace años la certeza arraigada de que no cumpliremos los cuarenta, y además no fumamos, en nuestras visitas al médico escuchamos irremisiblemente el consejo de que tenemos que pasear durante una hora al día. El caminar vale para casi todo: para el colesterol, la hipertensión, la salud cardiovascular, bajar peso, etc…

         Pero por ¿dónde pasear? No siempre hay lugares abiertos que solacen el espíritu y nos tenemos que conformar con el paseo urbano. Y hay sitios de la ciudad poco apetecible para hacerlo. Conocemos esos barrios donde distintos trapicheos no invitan a introducirnos por ellos y tampoco esos otros de grandes casas de retorcidas columnas, altas vallas y cámaras de vigilancia, donde las calles están vacías y sólo se circula en coche de alta gama. Al final decides pasear por el centro, donde todo el mundo pasea y de tanto tropezarte con gente conocida para charlar, el ejercicio se minimiza. Lo complicado, además, es encontrar esa hora al día a la que siempre ponemos la excusa de “actividades urgentes” u otra de índole climatológica, como que hace un frío que pela o un calor insoportable.

         Para incentivar el paseo he recurrido hasta a las nuevas tecnologías, con un programa en el móvil, que me dice el camino recorrido, los kilómetros andados y las calorías perdidas. Aunque todo tiene sus fallos, no sé cómo le he puesto una alerta que no sé cómo quitar y los viernes por la tarde exhausto por el cansancio de la semana, cuando intento descansar un rato, esa alarma a modo de conciencia electrónica me despierta y me dice que debo salir a pasear… Me doy la vuelta y sigo durmiendo…