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El búcaro de barro

Un trabajo casi arqueológico

Un trabajo casi arqueológico

 

                Raúl regresó preocupado del colegio por el trabajo que le había mandado su profesor. Ya le habían avisado que al llegar a Secundaria las tareas se hacían más complicadas, pero no imaginó que pudiera ser tanto.  En cuanto merendó entró en su cuarto encendió el flexo y sacando el portátil con el que trabaja en clase, se conectó a la web de la clase donde estaban desarrolladas las instrucciones del trabajo que tenía que realizar.

                Tenía primero que buscar a un amigo, buscó en su lista de cuatrocientos amigos del Tuenti y pasó un rato hasta decidirse. Sobre un folio fue esbozando entre inspiraciones personales y búsquedas de Google aquello que se le fue ocurriendo. Le costó trazar letras sobre el papel y le vinieron recuerdos de sus ya casi ancestrales clases de caligrafía. ¡Qué esfuerzo le llevó rellenar una página de un folio! Luego sacó aquel papel doblado y amarillento que le había costado recorrer tres librerías hasta encontrarlo y que le llamaban sobre.  Puso el nombre de su amigo y debajo unos códigos extraños que no sabía de dónde salían pero que había que ponerlo. El papel lo metió en el sobre que cerró pegándolo con la lengua, no supo por qué le gustó ese gesto.  A continuación puso el sobre junto al pc, entró en el programa de correo electrónico y le dio a “enviar”.  Algo había hecho mal porque aunque reiteró ese gesto varias veces, el sobre seguía allí.  Solamente al profesor de Lengua se le podía haber ocurrido una cosa tan complicada, para comunicarse, como ésta que se hacía antiguamente y a la que llamó “escribir una carta”.

 

2 comentarios

Teresa -

Perdón, quería decir dinosaurios.

Teresa -

Nosotros que hemos conocido esto, somos ya viejos dinonaurios (por supuesto todavía sin extinguir).